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¿Qué significa ser mujer en una comunidad rural de Cusco?

Hoy, 08 de marzo, celebramos el Día de la Mujer; una fecha que ha cobrado popularidad en los últimos años al darle foco a las grandes problemáticas de género que ocurren en la mayoría de países alrededor del mundo.


En el 2020, el Perú tenía una brecha de desigualdad de género del 71.4%, situándose en el puesto 66 en el Informe Global de la Brecha de Género publicado por el Foro Económico Mundial. Estas brechas, por lo general, se hacen aún más evidentes en zonas rurales, en las cuales se presentan aún más dificultades al combinarse con un bajo desarrollo económico, con ineficientes servicios de atención médica, con una educación sexual inadecuada o inexistente, una educación académica limitada, entre otros temas que deben ser atendidos de forma urgente.



Para conocer a mayor profundidad la experiencia de ser mujer en zonas rurales de Cusco, conversamos con Ruth Karina, Nely, Marleni, Yaneth, Aydee y Lidia Martha, actuales participantes del Programa de Becados.


Iniciamos la conversación comentando acerca de la diferencia en el trato que se le da a los hombres y a las mujeres. “En mi familia siempre ha habido mucha diferencia entre mujer y varón,” comentó Ruth Karina, “Por ejemplo, el varón siempre recibía un poco más de atención. Una mamá te puede exigir que ayudes en la casa mientras que el varón se queda sentado y no se le pide nada.”


El trato diferenciado, que no se limita tan solo a zonas rurales, no suele ocurrir solamente en los hogares, si no que también afecta el desarrollo de las actividades a nivel de sociedad y los roles que se le asignan a cada género. Por ejemplo, hace no mucho tiempo atrás, en las reuniones comunitarias del distrito de Ccorca las únicas personas bienvenidas eran hombres. “En la pandemia, yo fui a la asamblea y quisieron que me regrese,” comenta Lidia Martha. “Y yo les dije: ‘¿Cómo no van a querer que vengan mujeres? Yo estoy estudiando y entiendo mucho mejor que ustedes.’ Me insistieron diciendo que mi papá tenía que venir. Yo les dije que él estaba trabajando y que yo soy su hija. Y al final me hicieron entrar y todas las señoras que también se habían quedado afuera entraron conmigo.” Al preguntarle cuál fue la reacción de los hombres mientras ella defendía su posición en la asamblea, nos dijo: “Me escuchaban. Porque yo sé hablar Castellano, pero originalmente hablo Quechua. Entonces en Quechua le explicaba a los papás que estaban cerca de mí.”


Lidia Martha es un claro ejemplo de cómo al trabajar de la mano de la educación y del empoderamiento personal, una puede convertirse en un agente de cambio. Al igual que ella, muchas de sus compañeras han vivido situaciones similares. “Cuando salí del colegio, sé que mis tíos pensaban que yo me iba a embarazar y que no iba a estudiar,” comenta Ruth Karina. “Pero ahora que estoy estudiando, me motivan y se interesan por mí. Es como si me tuvieran más respeto.”


Ser parte de la generación que está trabajando activamente en reducir las brechas de género también viene con sus propios retos. “A veces si tu mamá ve que no sabes cocinar, se molesta y te dice: ‘¿Así cómo le vas a cocinar a tu marido?’” nos comenta Nely. “Y nosotras (ella y su hermana) les explicamos que las relaciones tienen que ser 50-50. Se supone que vas a tener una pareja para que los dos se apoyen. Para que ambos puedan criar a los hijos y cuidar el bienestar de su hogar también. Mis papás han cambiado mucho su forma de pensar, pero de vez en cuando conversamos sobre este tipo de comentarios.”


Pero el diálogo como herramienta para fomentar la reflexión no es siempre bienvenido. En muchos casos, el simple hecho de ser mujer en un país predominantemente machista pone en riesgo la seguridad física y emocional de las mujeres, cerrando cualquier posibilidad de conversación. El Portal Estadístico Aurora publicó que de enero a julio del año 2021, se observó un incremento de 83,9 puntos porcentuales en los casos de violencia contra las mujeres, integrantes del grupo familiar y violencia sexual atendidos por los CEM (Centro de Emergencia de la Mujer) frente a lo registrado en el mismo periodo del año anterior. Esto, sin incluir aquellos casos no registrados. “Yo pienso que muchas veces las mujeres callamos los abusos, pensando que el varón va a cambiar. Las mujeres lo ocultamos. Pienso, también, que nos preocupamos mucho por el ‘qué dirán.’” Sin embargo, en la mayoría de casos, las participantes del Programa de Becados saben que los cambios empiezan por una misma, y están dispuestas a transitar momentos incómodos en defensa de su seguridad física y psicológica. “A mí me ha pasado hace poco, con un taxista que no paraba de seguirme y ofrecerme sus servicios. Yo le decía que no, pero insistía,” continúa Marleni, “Le dije que le había tomado foto a su placa y que lo iba a denunciar. Y se asustó. Se disculpó y se fue. Y ese mismo día le conté a mi pareja y a mi hermano que es policía.”


Al preguntarles si les gustaría tener una nueva conversación sobre desigualdades de género acompañadas de sus compañeros del Programa de Becados, indicaron que sí, interesadas por saber cuáles eran sus opiniones y listas para argumentar sus puntos de vista. Estamos seguras de que estamos presenciando cambios importantes en esta generación.


Sigamos trabajando para que cada año podamos celebrar un 08 de marzo con mayor igualdad, mayor respeto y mayor humanidad.

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